miércoles, 11 de agosto de 2010

EL POR QUÉ DEL FUEGO, EL POR QUÉ DEL AIRE

Cuando ya todo es silencio,
Silvia,
permíteme romper la cortina del séptimo velo
y entrar en la habitación de tu profunda conciencia
para entregarte el poema aromado,
lleno de brisas y aguas marinas.
Un poema de vientos cósmicos,
que de cuenta de tu figura ligera,
cruzando el golfo de penas,
para mostrarte cómo sirena apegada
a esas rocas nocturnas vestidas de noche.
Un poema austral, de hielos blancos,
que te muestren de reina sonriendo
en primavera.
Que te muestre en juventud
en las manifestaciones del pueblo
pretendiendo para sí la historia.

En este cosmos somos habitantes perpetuos;
en un momento de tierra y agua
y en otros de cenizas y aire.
Por estos territorios,
pasó tu caminar de doncella.
Todas las pizarras,
en todas las escuelas,
hoy amanecieron con tu nombre.

Hoy te confundes con las mariposas;
te has puesto a volar entre acantilados,
bosques, praderas y quebradas.
y no faltará un picaflor verde
que capture algo de ti
y te lleve a un nido
para cobijar huevos tibios con un piar escandaloso.
Y puede suceder que abejas te lleven a sus colmenas
y allí te confundas con la miel.
En un rio podrías ser parte
de algún salmón agitado de distancia
queriendo llegar arriba de la montaña.
Así hecha cenizas puedes hacer tantas cosas,
en el mar las corrientes
te llevaran a playas lejanas,
o podrías retornar a los mares del sur,
o quizás al media día situarte al centro del más grande océano,
cómo puedes ver en esta nueva libertad
el planeta es tuyo,
no existe lugar donde no puedas llegar
y hacerlo para ti,
empaparte de continentes,
todos los mares son tuyos,
todas las selvas,
todos los hielos,
todo está a tu alcance,
Silvia alada.

Todos eligen la tierra,
tu has elegido el fuego,
todos eligen el agua,
tu has elegido el aire.
Permíteme llegar a una pequeña mesa
para preguntarte ¿por qué?
Todas mis respuestas son débiles,
entrégame la tuya,
Silvia florida.
¿Por qué?
Silvia de nieve,
Silvia hojas verdes,
Silvia de hojas secas.
Responde mi pregunta,
no la escondas en el fondo de la roca,
no quiero encontrarla escondida en un diamante,
en un ámbar rojo,
en los ojos de un conejo,
en el corazón de una paloma,
no escondas esa respuesta
en la figura de una nube
en el mugido de las reses lejanas,
en el canto de un gallo encaramado,
en mis pulgares que cabalgan
en estas teclas de metal.
Responde esa pregunta y quedaré tranquilo
y beberé el dolor de no tener tu mirada
ni el giro de tu voz,
ni el entusiasmo de tus pasos en danza.
Silvia de fuego.
Silvia de aire.
Responde,
¿por qué fuego, porqué aire?

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