Silvia, nació en la fría Punta Arenas el 7 noviembre del 1948. Hija de Manuel, un hombre de Chiloé, que abrazó la carrera de las armas, un suboficial de Ejército lleno de sonrisas a quién ella amaba y abrazaba cada día. Manuel, lleno de Tangos y afectos la indujo desde sus primeros días al estudio y la cultura. Hija de Amanda, una hija de un emigrado italiano, un siciliano, que llegó a estos territorios australes lleno de voluntad de vida. Pasaron los años y un canto autor compuso una canción que hablaba de Amanda y Manuel, escuchar ese poema necesariamente, a quienes les conocimos, nos traía a la memoria a esta Amanda y a este Manuel; los padres de Silvia.
Escribir sobre Silvia nos lleva a evocar imágenes que provienen de sus conversaciones; sus juegos infantiles, allí cerca de su casa, en la plazuela en invierno, congelada, en trineos de madera que subían lentamente y bajaban locos entre risas y guantes de lana. Imágenes tibias, en esas cocinas a leña que acogen a las familias, donde se conversa, se canta, se escribe, se sacan cuentas, se habla de la vida.
Silvia, tuvo dos hermanos, Juan y Ángel, que podrían rememorarla cómo una hermana llena de vitalidad, y de esa feminidad desde la prudencia, que siempre le caracterizó. Esa hermana mayor llena de seguridad y comentarios sobre lo cotidiano y trascendente que permite levantar la vista y mirar hacia ese lugar.
En su casa siempre hubo una fotografía que nos muestra a una Silvia adolecente vestida con ruedos blancos y coronada de reina de la primavera en un tradicional evento que realizaba, cada año, la Cruz Roja de Punta Arenas. Esta nos muestra la sonrisa, de una muchacha enamorada de la vida, que la acompañó por siempre, en esta se aprecia su espíritu y que no se extinguirá jamás de nuestra memoria.
Como tantas familias de regiones del extremo sur, los Muñoz Accardi emigraron al norte, a Santiago, el valle de las oportunidades, con un clima más benevolente, pagando el costo de vivir en el anonimato y sin esas veredas y esquinas donde todos se conocen y se saludan y siguen los detalles de las vidas de los demás, en esa fraternidad urbana que ofrecen las pequeñas ciudades y pueblos.
Ese viaje no estuvo libre se circunstancias que quedaron en el recuerdo. El barco avanzaba bajo la destreza de marineros expertos en enfrentar las aguas tomentosas, en particular las del denominado “golfo de penas”. En ese lugar el barco fue arrastrado por la fuerza de las corrientes y se estrelló con unos roqueríos, el naufragio fue inevitable y los pasajeros estuvieron al borde de la muerte. El barco fue amarrado a esas rocas. Desembarcaron primero según la tradición las mujeres y los niños. Silvia siempre retuvo en su retina la figura de su padre que los despedía y alentaba, mientras permanecía a bordo hasta que el salvamento estuviera concluido. Al tercer día a la distancia pasó un barco para rescatarlos; de vuelta al puerto de salida, la ciudad se volcó a recibirlos y saludarlos; náufragos salvados de la muerte.
Ya en Santiago, la familia inició una nueva etapa, sin nunca perder el vínculo afectivo con esa tierra lejana, y con vínculos permanente con otros vecinos, asentados también en este lugar. Por recordar algunos, quizás los más queridos, el vecino José y la vecina Doris.
Después de vivir algunas semanas en una pensión de la calle San Ignacio, por el costado de la Escuela de Suboficiales, arrendaron una casa en segundo piso en el 874 de esa calle. Con ellos, había emigrado también la abuela Rosario, su figura menuda acompañada de bastones era familiar verla en ese balcón espacioso, junto a un par de gatos curiosos, miraba el transcurrir de la vida.
Por esas escaleras de buenas maderas, en un bullir de colegios, y niñerías Silvia y sus hermanos subían y bajaban acumulando cada día nuevas historias y amigos. Los hermanos mayores realizaron sus estudios de las entonces Humanidades en el Liceo N° 10, allí en la calle 10 de julio con Lira. El menor, en una escuela cercana, esperaba su momento para entrar el Liceo de Aplicaciones.
SILVIA Y SALVADOR ALLENDE
En su juventud a fines de los años 60 Silvia conoció a Salvador Allende, a través del vecino José. Siempre relató esa escena y contó el comentario del futuro Presidente cuando ella le describió su proyecto de estudiar pedagogía en inglés en la sede de Iquique de la Universidad de Chile. Él, nos imaginamos, con su estilo y vozarrón, le dijo “felicitaciones por estudiar, para que seas una mujer autosuficiente y no tengas que depender de ningún patán”; ella al terminar la anécdota siempre agregaba “con el tiempo me casé, pero no me casé con ningún patán”. Evidentemente, era el momento en el cual su esposo, Ramón, desplegaba una sonrisa notable.
NORMAL ABELARDO NUÑEZ
Estar lejos de su casa, la distancia, indujo a Silvia resolver retornar a Santiago y enrolarse en el programa de especialidad de la Normal Abelardo Núñez. Allí egresó como Profesora de Educación Básica o Primaria, y se inició en el mundo del trabajo. Quienes compartíamos con ella a diario en esa época recordamos sus historias, las descripciones de sus alumnas, y cómo nos relataba detalles sorprendente. Una vez llegó conmovida, una de ellas había sufrido un accidente en la rueda mecánica de unos entrenamientos, una rueda había tomado algo de su cabello, Silvia sufrió el impacto y el dolor de esa situación.
Allí en la Escuela Normal ingresó a las Juventudes Comunistas. El edificio tenía unos amplios patios donde el bullir y la efervescencia social a todos movilizaba. En esas aulas conoció a Rolando Alarcón, a quien admiraba por su voz y su sencillez.
RAUQUEN
En 1970, estudiando en la Normal; conoció amigas que la invitaron a participar en un conjunto de música folklórica costumbrista, con danzas y cantos del 900. El grupo Rauquén. Todo ese ambiente le resultó mágico, allí compartió, muy joven, con amigos con quienes se relacionaría toda su vida; nombrar algunos se comete la injusticia de no nombrar a tantos otros, pero no nombrar a Juan y Eduardo es cometer una doble injusticia. Por aquellos días se publicó en la revista Ritmo un reportaje, sobre las danzas del 900 del grupo Rauquén. En esas fotos a color se le ve en actitud de danza, con trajes de fantasía en los salones santiaguinos del siglo XIX. El muchacho que la acompaña, adivinen quien es; Ramón Andreu, por supuesto, su esposo de toda una vida.
A este Ramón Andreu un día lo presentó en su casa como un pololo, un ingeniero en alimentos, delgado cómo palo de escoba, que llegaba en un “Mess Smith” que con forma de avión con alas cortas donde la gente se subía por el techo y se sentaban uno delante de otro con manurio de avión; popularmente les llamaban los matapiojos. Silvia el primer, día que conoció a Ramón, junto a una amiga tuvo que ayudarlo a empujar ese artefacto; él por supuesto ese día se fue con un número de teléfono anotado en el capot; desde ese día nunca más se separaron. Después a este joven profesional, y uno de los expertos más reconocidos internacionalmente en Estudiantinas, cuando le aumentaron los ingresos apareció con una citroneta celeste.
Con Rauquén acumuló experiencia, cada año iban al festival folklórico de San Bernardo, hicieron giras. Si ponen en “YouTube” la palabra “bigotitus” podrán ver programas de TV de los setenta, y ver bailando a Silvia Muñoz.
MATRIMONIO
En 1975, se formó la familia Andreu Muñoz, con el matrimonio de Ramón y Silvia. Se casaron en la Iglesia de San Crecente, allí en Santa Isabel con Salvador. Todos vestidos del 900, y animado por Rauquén. Pero, algo especial sucedió en esa ceremonia, por alguna razón se encontraba allí un sacerdote, que al ver todo aquello pidió autorización para sumarse al ritual. Pero es más, terminada la ceremonia, siguió a los novios en moto, con gestos de parabienes y felicidades; ese sacerdote fue Esteban Gumucio, hoy iniciado en un proceso de canonización, por su trabajo junto a los pobres en la población Joao Goluart.
LA DICTADURA
Todas estas escenas transcurren ya bajo la dictadura. Muchas de estas cosas actividades eran de cuidado, toda esa actividad al margen de los ministerios y eventos oficiales no era bien vista por las autoridades. Pero el ingenio siempre primó, y ya en plenos años setenta comenzaron a manifestarse las primeras expresiones que tenían por objetivo a que la gente se reuniera, solo se juntara y conversara de sus vidas. Eso ya era bastante. Ramón y Silvia igual cómo iban habitualmente a la peña de “Chile Ríe y Canta”, ahora van a la peña de Nano Acevedo, a la Picá de Maritza Pastor; en esta última comenzaron los dolores de parto, y salió corriendo hacia la Clínica Las Lilas, donde nació Silvita, su hija mayor. Allí donde con alboroto la familia y los amigos jugaban a pronosticar el sexo, el peso y la altura que tendría la recién nacida; la ganadora fue la señora Amanda, la que con su premio le compró un hermoso regalo a su nieta.
Hacia 1980, Ramón y Silvia participan como fundadores de AMFOLCHI, junto a otros folkloristas inician eventos, conciertos, y una tradicional misa con el cardenal Silva Henríquez. En ese espacio se hace cargo de la Secretaria Ejecutiva, y sacan adelante una “Revista informativa” que hoy es la revista El Arado. En estos días trabajan con Lucy Casanova, con Margot Loyola, y tanta gente que llevará por siempre en sus recuerdos la figura de Silvia Muñoz. A poco andar nació su hija Andrea, a quién su hermana recibiría embutiéndole un cucurucho de helado en la boca. La familia, ya completa, levantó anclas y echaron a navegar hasta el día de hoy; con dos nuevas adquisiciones; Jaime y Oscar, los yernos.
AGECH, ASOCIACION GREMIAL DE EDUCADORES DE CHILE
En el ámbito gremial Silvia participa en las primeras acciones tendientes a organizar al magisterio cómo una estructura independiente del régimen militar. Silvia es una de las fundadoras de AGECH, la Asociación Gremial de Educadores de Chile. Allí conoció a Manuel Guerrero Ceballos cuyo asesinato le impactara tanto.
TODAS LAS FORMAS DE LUCHA
En los años 80 el pueblo comenzó a reaccionar, y se instaló un sentimiento de levantarse, ponerse de pie y enfrentar a la dictadura, y aceptar que había llegado el momento de asumir que era necesario reivindicar como justas todas las formas de lucha. Con ese convencimiento Silvia se sumó con entusiasmo a acciones y una entrega que dio cuenta de su valor y de riesgos. Estas palabras no cubren suficientemente su aporte en esta lucha que recién se ha comenzado a escribir por parte de los historiadores y el tiempo entregará en sus horizontes para valorar ese aporte a la democracia que hoy nos convoca a perfeccionarla.
En ese período Silvia Muñoz se relaciona y trabaja codo a codo con destacados dirigentes de la lucha por derrotar a la dictadura. Silvia, pudo haber logrado tener muy superiores responsabilidades, y sin dar nunca un paso al costado siguió aportando de un modo tal de no poner en peligro a los suyos: la muerte mostro sus faldas muy cerca de su puerta. De allí nace un afecto mutuo con Gladys Marín quién siempre pidió estar informada y muchas veces llamó a Silvia, cuando se inició el proceso de su enfermedad. Hace pocos días el Partido Comunista de Chile la condecoró con la medalla “Elías Laffertte”, que ella recibió con mucha emoción en un acto solemne en el Instituto Alejandro Lipzchut. En estas últimas horas fue visitada por su célula del Partido Comunista la cual ha resuelto llevara, a partir de hoy, la denominación “Silvia Muñoz Accardi”, por dirigentes sociales como Jaime Gajardo, y el diputado Lautaro Carmona, Secretario General de su partido.
En el año 1990 Silvia Muñoz fue candidata a Concejal de la Municipalidad de Estación Central. Por esos días, su hermano Angel lo era también por la comuna de El Bosque, sólo a ella se le podía ocurrir pedir a sus adherentes seguir en caravana hasta esa comuna para apoyar a su hermano.
HIJA DE LA VIUDA
Por inquietudes espirituales e intelectuales, Silvia ingresó a la masonería femenina, afiliándose a la Respetable Logia “Ayún” N° 4, en la cual recibió los tres grados simbólicos operativos.
EL COLEGIO DE PROFESORES
Silvia Muñoz, entre los años 1993 y 1995 fue dirigente del Directorio Comunal del Colegio de Profesores, en el comunal Estación Central y su presidenta desde 1996 a 1999; y desde ese año a hasta hoy fue dirigenta del Colegio Metropolitano de Profesores; ocupando el cargo de encargada de Bienestar y de Cultura. Desde estos cargos proyecto el área de cultura realizando las dos últimas Ferias de Todas las Artes del Magisterio. Será inolvidable los viernes culturales por los cuales pasaron innumerables grupos históricos, cómo Margot Loyola, y jóvenes cómo el “Son de Conchalí” por nombrar algunos. Los encuentros literarios y las Tertulias de conversación. Las exposiciones o el Corredor de arte permanente “Carlos Berríos Valdés”, con trabajo de fotografía, pintura, artesanía, lanigrafías, telares.
En el departamento de educación y cultura desarrollo numerosos encuentros temáticos sobre la contingencia; Loce, Lege, Congreso de Educación, Seminarios Formación inicial docente, a raíz de esto le extendieron invitaciones para eventos en las diferentes comunas de la Región Metropolitano. Dejó tareas pendientes, que estamos seguros serán realizadas por los colegas que seguirán en estas responsabilidades, cómo la realización de una Feria Nacional de Todas las Artes del Magisterio.
Silvia era muy preocupada por los temas de formación docente y estos la guiaban en el pensamiento de Paulo Freire, de cuyos libros sacaba citas e ideas para sus presentaciones.
Silvia Muñoz, estaba convencida de la necesidad de apoyar a los profesores para lograr un trabajo cada día mejor, en la cual se sustentara en una seguridad en lo que realizaba. Para ella el profesor debía esforzarse en dominar los contenidos temáticos para entregárselos a los niños. Para ella el Estado debía asumir la tarea de formar a los profesores, para ella ese asunto no era de privados.
Era una dirigente que vibraba con los avances de la organización gremial a la cual pertenecía, sentía una gran amistad con los presidentes del colegio metropolitano y nacional, con quienes se relacionaba con afecto y lealtad.
SU LUCHA POR LA VIDA
Todos quienes la conocimos somos testigos de su tremendo amor por la vida. Somos testigos de todo lo que hizo por mantenerse con vida y trabajando; lo que hizo hasta las últimas semanas que le fue posible.
Pocas horas antes de su muerte, quien escribe este esbozo de biografía de Silvia Muñoz sorprendió a sus hijas mirándola con un tremendo amor, la observaban como respiraba tan plácidamente, como quien sólo duerme y dormirá por siempre, como quien respira tan dulcemente y respirará por siempre. He allí, en el amor de esas miradas, el gran fruto de la vida: amor y sólo amor.
Ya los viejos griegos sabían que el amor de pareja; así como el amor de Ramón y Silvia, es un todo. Porque, el amor es una búsqueda, y el amarse es mantenerse en estado de haberse encontrado. Todos quienes en nuestras vidas, de una u otra forma, en uno u otro momento interactuamos con Silvia nos quedamos plenos de amor, y será esta energía la que se manifestará en el recuerdo eterno, por siempre y que perdurará mientras seamos lo que somos; puro amor hecho materia.
Domingo, 8 de agosto, a medio día, del año 2010
La vida es una seguidilla de conductas, actos, hechos, alianzas, disputas, luchas, acciones dispersas, contradicciones, de variada trascendencia e intencionalidad. Lo relevante es que en aquel túnel de luz y sombra, sueños y vigilias, haya un hilo conductor que hable de ti. Quiero, en lo más esencial de mí, ser reconocido como un comunista, un libre pensador.
miércoles, 11 de agosto de 2010
EL POR QUÉ DEL FUEGO, EL POR QUÉ DEL AIRE
Cuando ya todo es silencio,
Silvia,
permíteme romper la cortina del séptimo velo
y entrar en la habitación de tu profunda conciencia
para entregarte el poema aromado,
lleno de brisas y aguas marinas.
Un poema de vientos cósmicos,
que de cuenta de tu figura ligera,
cruzando el golfo de penas,
para mostrarte cómo sirena apegada
a esas rocas nocturnas vestidas de noche.
Un poema austral, de hielos blancos,
que te muestren de reina sonriendo
en primavera.
Que te muestre en juventud
en las manifestaciones del pueblo
pretendiendo para sí la historia.
En este cosmos somos habitantes perpetuos;
en un momento de tierra y agua
y en otros de cenizas y aire.
Por estos territorios,
pasó tu caminar de doncella.
Todas las pizarras,
en todas las escuelas,
hoy amanecieron con tu nombre.
Hoy te confundes con las mariposas;
te has puesto a volar entre acantilados,
bosques, praderas y quebradas.
y no faltará un picaflor verde
que capture algo de ti
y te lleve a un nido
para cobijar huevos tibios con un piar escandaloso.
Y puede suceder que abejas te lleven a sus colmenas
y allí te confundas con la miel.
En un rio podrías ser parte
de algún salmón agitado de distancia
queriendo llegar arriba de la montaña.
Así hecha cenizas puedes hacer tantas cosas,
en el mar las corrientes
te llevaran a playas lejanas,
o podrías retornar a los mares del sur,
o quizás al media día situarte al centro del más grande océano,
cómo puedes ver en esta nueva libertad
el planeta es tuyo,
no existe lugar donde no puedas llegar
y hacerlo para ti,
empaparte de continentes,
todos los mares son tuyos,
todas las selvas,
todos los hielos,
todo está a tu alcance,
Silvia alada.
Todos eligen la tierra,
tu has elegido el fuego,
todos eligen el agua,
tu has elegido el aire.
Permíteme llegar a una pequeña mesa
para preguntarte ¿por qué?
Todas mis respuestas son débiles,
entrégame la tuya,
Silvia florida.
¿Por qué?
Silvia de nieve,
Silvia hojas verdes,
Silvia de hojas secas.
Responde mi pregunta,
no la escondas en el fondo de la roca,
no quiero encontrarla escondida en un diamante,
en un ámbar rojo,
en los ojos de un conejo,
en el corazón de una paloma,
no escondas esa respuesta
en la figura de una nube
en el mugido de las reses lejanas,
en el canto de un gallo encaramado,
en mis pulgares que cabalgan
en estas teclas de metal.
Responde esa pregunta y quedaré tranquilo
y beberé el dolor de no tener tu mirada
ni el giro de tu voz,
ni el entusiasmo de tus pasos en danza.
Silvia de fuego.
Silvia de aire.
Responde,
¿por qué fuego, porqué aire?
Silvia,
permíteme romper la cortina del séptimo velo
y entrar en la habitación de tu profunda conciencia
para entregarte el poema aromado,
lleno de brisas y aguas marinas.
Un poema de vientos cósmicos,
que de cuenta de tu figura ligera,
cruzando el golfo de penas,
para mostrarte cómo sirena apegada
a esas rocas nocturnas vestidas de noche.
Un poema austral, de hielos blancos,
que te muestren de reina sonriendo
en primavera.
Que te muestre en juventud
en las manifestaciones del pueblo
pretendiendo para sí la historia.
En este cosmos somos habitantes perpetuos;
en un momento de tierra y agua
y en otros de cenizas y aire.
Por estos territorios,
pasó tu caminar de doncella.
Todas las pizarras,
en todas las escuelas,
hoy amanecieron con tu nombre.
Hoy te confundes con las mariposas;
te has puesto a volar entre acantilados,
bosques, praderas y quebradas.
y no faltará un picaflor verde
que capture algo de ti
y te lleve a un nido
para cobijar huevos tibios con un piar escandaloso.
Y puede suceder que abejas te lleven a sus colmenas
y allí te confundas con la miel.
En un rio podrías ser parte
de algún salmón agitado de distancia
queriendo llegar arriba de la montaña.
Así hecha cenizas puedes hacer tantas cosas,
en el mar las corrientes
te llevaran a playas lejanas,
o podrías retornar a los mares del sur,
o quizás al media día situarte al centro del más grande océano,
cómo puedes ver en esta nueva libertad
el planeta es tuyo,
no existe lugar donde no puedas llegar
y hacerlo para ti,
empaparte de continentes,
todos los mares son tuyos,
todas las selvas,
todos los hielos,
todo está a tu alcance,
Silvia alada.
Todos eligen la tierra,
tu has elegido el fuego,
todos eligen el agua,
tu has elegido el aire.
Permíteme llegar a una pequeña mesa
para preguntarte ¿por qué?
Todas mis respuestas son débiles,
entrégame la tuya,
Silvia florida.
¿Por qué?
Silvia de nieve,
Silvia hojas verdes,
Silvia de hojas secas.
Responde mi pregunta,
no la escondas en el fondo de la roca,
no quiero encontrarla escondida en un diamante,
en un ámbar rojo,
en los ojos de un conejo,
en el corazón de una paloma,
no escondas esa respuesta
en la figura de una nube
en el mugido de las reses lejanas,
en el canto de un gallo encaramado,
en mis pulgares que cabalgan
en estas teclas de metal.
Responde esa pregunta y quedaré tranquilo
y beberé el dolor de no tener tu mirada
ni el giro de tu voz,
ni el entusiasmo de tus pasos en danza.
Silvia de fuego.
Silvia de aire.
Responde,
¿por qué fuego, porqué aire?
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